UN CUENTO DE CIUDAD
Hay épocas en las que se siente uno asaz
reconfortado recibiendo frutos de aquello que se sembró. Pudiera parecer
que nadie se acerca a Jaén por las
temperaturas que estamos disfrutando, las que nos decían que había en el
infierno y que hoy, con el aire acondicionado han variado. Esto nada le importa al mundo de las ideas. Esta
semana me han visitado Larra y Camus y me acaban de indicar que quiere
visitarme Agatha Christie. A lo que se ve, la fama que va adquiriendo la ciudad
traspasa la frontera de la normal normalidad por aquello de hablar por hablar o
de hablar porque para eso le pagan. Agatha me pregunta cómo puede ser que una
mañana nos sirvan de desayuno un extraño fenómeno por el que en tres jornadas
no ha llegado la luz de la noche a una serie de barrios. La de día sí. Se abra
una investigación en la que participa la C.I.A. Nada se aclara, es decir la luz
sigue perdida y a los tres o cuatro días se descubre que es que no le pagaban a
quienes tenían que dedicarse a su cuidado. Agatha, inglesa al fin, no entiende
lo que aquí es normal. Aprovecho para contarle del tranvía; de la zona de
pastos que ocupa todos los terrenos que fueron “rojos” mientras se hacía eso
del tranvía y que cualquier día salen ardiendo; de un museo que parece más bien
vivienda de extraterrestres. Al final
toma la decisión de venirse unos días. Ya nos veréis. Va a escribir una
novela de miedo y risa. La verdad es que no tiene que mezclar nada, simplemente
usar el estilo Jaén y le sale bordada de cachemira.
Baroja
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