Duele hasta lo más profundo del ser. Duele avanzando por diversos caminos, rodeándonos y finalmente apretando el corazón sin pararlo definitivamente y permitiendo de este modo que siga conociendo lo que es el dolor. ¿Cómo ha de ser el dolor, la pena, el abandono, la tristeza de aquellos que sufren y soportan algo más que el desprecio de los que sus semejantes dicen llamarse?
Y todos los años igual o tal vez con los años el sadismo de quienes los ignoran y abandonan crece. Es un fenómeno que no merece estudio, más bien denunciarlo y hablarlo claro, aunque les da igual, lo usan para sus intereses de grupos, grupos de todos los colores y programas que se regodean en lanzarse las acusaciones de que los culpables de estas gentes inmigrantes son los otros. Todos tienen no se cuantos recursos. Todos están preparados para darles todo. Si el día amanece nublado declaran que a ellos no les corresponde, que es a los otros. ¿Acaso hemos pensado hasta que grado de inhumanidad estamos cayendo todos? Es insultante leer u oír las declaraciones de todos. El primer pensamiento, con independencia de otros que hieren, es que son unos mentirosos. ¿Pensamos en la soledad de esas noches en las calles de estas gentes que acuciadas por el hambre vienen a estas tierras para buscar un bocado para ellos y sus familias? ¿Pero qué es esto que tengan que hacer estos trabajos personas particulares dignas de todo elogio? Todo esto se tapa con reuniones y más reuniones, reuniones con mentiras y más mentiras. Escribo y me refiero a todos, todos, todos. ¿Justicia y caridad? ¿Dónde?
Baroja