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martes, 25 de octubre de 2011

Alcohol


      Allá por la segunda mitad de los setenta del siglo pasado, llegó a mí poder una carta que me ha acompañado siempre y aun está en un perfecto estado de lectura y actualidad. Bien sabe Dios que si de ambos estados hay alguno que me moleste enormemente es el  de actualidad, índice de  que la enfermedad del alcohol no solamente no desaparece sino que más bien aumenta. Varias veces he prestado este texto y en varios sitios conozco que lo tienen acogido por el bien que puede hacer y por eso hoy, lo ofrezco a este JAEN por si estiman conveniente su publicación y todavía puede hacer algún bien. Dice así:
      “Querido hermano: Quisiera que estas letras que te dirijo, procuraras leerlas en ese momento de la mañana en que has tomado la dosis de alcohol que, proporcionada por esa copa o copas, te permite comenzar el día y calmar ese temblor con que se te anuncia una nueva jornada. Fíjate que precisamente escojo el momento de después de una o dos copas primeras y si pasa ese tiempo, si has tomado más, no leas ya, déjalo para otro día y si ni aún así puedes hacerlo te queda la solución de que te la lea tu hijo o tu madre, si tienes alguna de ambas personas. Gracias por haber llegado hasta aquí y no te preocupes que, rápidamente, te dejo para que puedas seguir bebiendo y alcanzando tus “niveles”. Te conozco porque he llegado a conocerme y lo único que deseo es que tú lo consigas. No quiero sermonearte ni recordarte tus miserias y sufrimientos, tú y yo los conocemos y a nadie más les importan. Solo anhelo que llegues a eso, a conocerte y a adquirir el convencimiento de que estás enfermo, con eso me basta. Si lograras, por ventura, alcanzar ese paso decisivo para tu curación que es admitir esa conciencia de enfermedad, aún me queda por decirte algo muy importante. Has tenido la gran “suerte” de ser adicto a una droga que no te tienen que traer de Oriente, que la puedes adquirir y consumir donde y cuando quieras, que si me apuras te diría que cuando la tomas hay quien te dice que eres más macho o más liberada, aunque tú y yo sabemos que en nuestros casos ya ni eso pasa, damos lastima porque el nivel lo pasamos rápidamente y sin sentir. Eres adicto a una droga que cuando te ven drogado, como no molestas mucho, ni te detienen, ni te persiguen, ni nada, es una droga que, los dos lo sabemos, irá matándote poco a poco, pero aún así puedes conservar la poca libertad que te deja. He pasado todo igual que tú y lo único que no te puedo relatar es la muerte del alcohólico que, para ser también diferente, adquiere nombre latino, para con la grandeza de la lengua madre, albergar todo el dolor que encierra una de las formas del desenlace final: “delirium tremens”. Yo he conseguido enterrar mi enfermedad, fíjate que no te digo matar sino enterrar, porque sé que la tengo ahí y no tuve esto que te ofrezco: una mano. Te dejo, sigue, si lo quieres, con tus copas y si piensas en dejarlas no lo hagas solo, podría ser peor. Recuerda que siempre que extiendas tu mano pidiendo ayuda, estés donde estés, habrá otra para tendértela y ayudarte.
      Allá arriba sé que Paco, José Luis, Antonio, etc., estáis brindando por mis (ilegible) años; para cada uno y para tantos otros,  tengo todavía una lágrima y una oración, a la par que os brindo desde aquí la faena que cada día le hago al toro del alcohol.”
        Y hasta aquí la transcripción del escrito, - papel amarillento y tinta ala de mosca con pluma de pata de gallo  -, que descubrí, en la fecha señalada, en el fondo de uno de los nobles y muy antiguos  arcones en el salón de gala de mi casa palacio. Tras leerlo tuve la intención de destruirlo, pero pensé que tan solo iba a incrementar el trabajo del reciclaje, por lo que decidí transferirlo a esta cómoda escritura y lectura del ordenador y enviarlo al periódico por si todavía quedan personas a las que esto les puede ayudar. Egoístamente de poco me puede servir a mí, tan solo el agua, algunos refrescos naturales y el té rojo en leche  atraviesan mis labios. Así que, ahí lo tienen!   

BAROJA

El paraguas


Llegué a Jaén en marzo del 75, procedente de una tierra en la que  se puede usar ese historiado artificio llamado paraguas. Uno de los primeros días llovía, lo tomé, salí a la calle y paseándome llegué a la altura de la Plaza de San Ildefonso.  Descuidado me encontraba y me sorprendió una de esas tremendas rachas de viento más que normales en estas tierras. Cara de sorpresa y en la mano tan solo el mango de madera del paraguas, mientras este,  - extrañamente retorcido - volaba huyendo de mí. Una amable señora me dijo: “¡caballero que se le va el paraguas!”. Medio indignado, dije, ¿El paraguas?,  arrojando el mango al suelo dije, que le den… Desde ese día   aquí no hemos usado paraguas nunca, a pesar de ser ocho.  ¿Y a qué viene esto? Muy sencillo, en estos días invernales hemos soportado esos vientos tan nuestros y en la mañana, desde que he salido de casa,  me he encontrado con varios cadáveres de paraguas de diversos colores, retorcidos, con las varillas dobladas, abandonados de sus dueños, sucios de barro. He recordado lo que hice yo con mi paraguas del 75, le he pedido perdón y  una pequeña lágrima paragueril recorrió mi mejilla. ¡Lo que logran los años!  

BAROJA

Tabaco


 
 Argumentaba y defendía un médico su acuerdo con la prohibición de fumar en la mayoría de los sitios públicos.  Mi posición es tal vez muy difícil, pero a pesar de ello  he de decir y digo que estoy absolutamente de acuerdo con sus tesis y abogo y defiendo esta prohibición, aclarando que si de nuevo vamos caer, como en tantos otros aspectos, en imprimir la letra y no hacer cumplir lo legislado es mejor quedarse tal cual.  Y por supuesto que no lo hago en base a ningún estudio, ni a estadística alguna, simplemente me baso en la experiencia propia y en siete años de abstinencia total, desde un  día en que doblando y tirando la mitad de un estupendo “celta emboquillado”  me arranqué la coleta y abandoné las cadenas del tabaco. Ni tan siquiera entré por eso tan usual de decir “este lo termino”. No, no lo terminé porque aquello ya estaba dispuesto a terminar conmigo. ¿Era aquello fumar? No, era más bien una bestialidad desde el despertar hasta el sueño. Los tres paquetes son autentico suicidio.
         ¿Qué es difícil quitarse del tabaco? Muy difícil y además cuando eres consciente del daño que te hace y te dicen que  lo abandones y no eres capaz, el enfado y la rabia que te entran es enorme. Por eso yo, salvo a tan solo una persona que la veo caminar por la senda por do he caminado, a nadie le digo que lo deje. Tan solo le cuento algo de la senda y ahí está el camino. Desgraciadamente y a pesar de la casi imposibilidad de dejar de fumar “motu propio” puede llegar el momento, que no se lo deseo a nadie pero que puede ser real, en que tan solo con una palabra que te digan abandones hasta el medio “celta emboquillado”. ¿Qué palabra? Una muy dura, con tan sólo dos silabas y que te cambia por completo la vida y la concepción que de ella tenías: Cáncer.-
         Estimo que está  lo suficientemente claro el peligro del tabaco y la adicción que genera es muy semejante a la que generan las drogas perseguidas.  Sigo sin comprender como los gobiernos no prohíben su venta y consumo. En fin, han de ser cosas de eso que llaman capitalismo y que la ganancia del tabaco es para los capitalistas y los gastos que genera los pagamos los ciudadanos. Admitido todo ello y todo lo demás es por lo que aún sigo sin comprender como no se prohíbe totalmente que se fume en los lugares públicos, porque las medidas a medias son una tomadura de pelo. Ahora, cuando el alejamiento de años del tabaco me dota de una singular capacidad para detectar su uso es cuando se es consciente que el humo y por ende el veneno que generan unos pocos en un local, llega a todos y se respira, se respira y se fuma. Se lo mal que sientan, si eres fumador, estos escritos, pero también se que no hay más remedio que hacer patente la verdad y la verdad es que tengo la obligación de contarla cuando hacen ahora siete años de la fecha en que recibí el castigo por el abuso del tabaco. Castigo, premio y gracias a tantas y tantas y tantas gentes que junto a Dios me han permitido escribiros hoy.

AL-MUTAMID