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martes, 25 de octubre de 2011

El paraguas


Llegué a Jaén en marzo del 75, procedente de una tierra en la que  se puede usar ese historiado artificio llamado paraguas. Uno de los primeros días llovía, lo tomé, salí a la calle y paseándome llegué a la altura de la Plaza de San Ildefonso.  Descuidado me encontraba y me sorprendió una de esas tremendas rachas de viento más que normales en estas tierras. Cara de sorpresa y en la mano tan solo el mango de madera del paraguas, mientras este,  - extrañamente retorcido - volaba huyendo de mí. Una amable señora me dijo: “¡caballero que se le va el paraguas!”. Medio indignado, dije, ¿El paraguas?,  arrojando el mango al suelo dije, que le den… Desde ese día   aquí no hemos usado paraguas nunca, a pesar de ser ocho.  ¿Y a qué viene esto? Muy sencillo, en estos días invernales hemos soportado esos vientos tan nuestros y en la mañana, desde que he salido de casa,  me he encontrado con varios cadáveres de paraguas de diversos colores, retorcidos, con las varillas dobladas, abandonados de sus dueños, sucios de barro. He recordado lo que hice yo con mi paraguas del 75, le he pedido perdón y  una pequeña lágrima paragueril recorrió mi mejilla. ¡Lo que logran los años!  

BAROJA

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