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viernes, 6 de diciembre de 2013
martes, 3 de diciembre de 2013
miércoles, 10 de julio de 2013
viernes, 7 de junio de 2013
Que beber... Vino, cerveza y agua...?
A mis amigos que disfrutan de un vaso
de vino... y a los que no lo hacen y van siempre
con una botella de agua en las manos.
Como dijo Benjamín
Franklin:
"En el vino hay sabiduría,
En la cerveza hay libertad,
En el agua hay bacterias".
En un número de ensayos, cuidadosamente
controlados, los científicos han demostrado que, si tomamos un litro de agua
cada día, al cabo de un año habremos absorbido más de un kilo de Escherichia
coli, (E. Coli), bacteria encontrada en las heces.
En otras palabras, estaremos
consumiendo un kilo de caca.
Sin embargo, no corremos ese riesgo
cuando tomamos vino y/o cerveza(o tequila, ron, whisky u otro licor), ya que
estos productos tienen que pasar por procesosdefermentación y/o destilación,
purificación ebullición, y filtrado.
Por lo tanto: es mejor beber vino y
decir tonterías, que tomar agua y estar lleno de mierda.
No es necesario que me agradezcáis esta
valiosa información:
lo hago porque eres mi amigo y porque
lo considero un servicio público.
Mas vale perder el tiempo con
amigos...que perder amigos con el tiempo. Por eso,yo pierdo el tiempo contigo,
porque no quiero perderte con el
tiempo.
|
viernes, 31 de mayo de 2013
Políticos, antes y ahora
TODO UN VISIONARIO
Me envía un amigo de la excelente
editorial Rey Lear una antología de escritos sueltos de Galdós. Título: "La fe
nacional y otros escritos sobre España".
Lo abre por la página 69, y se dá de
narices con el siguiente texto, fechado en 1912...
"Los dos partidos
que se han concordado para turnarse pacíficamente en el Poder son dos manadas de
hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales,
ningún fin elevado los mueve; no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de
vida de esta infeliz raza, pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros
dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción
que, de fijo, ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni
el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo,
estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna
eficacia práctica, y adelante con los farolitos... Si nada se puede esperar de
las turbas monárquicas, tampoco debemos tener fe en la grey revolucionaria (...)
No creo ni en los revolucionarios de nuevo cuño ni en los antediluvianos (...)
La España que aspira a un cambio radical y violento de la política se está
quedando, a mi entender, tan anémica como la otra. Han de pasar años, tal vez
lustros, antes de que este Régimen, atacado de tuberculosis étnica, sea
sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre
mental".
Benito Pérez Galdós, 1912
Benito Pérez Galdós, 1912
jueves, 4 de abril de 2013
Nuevas Tecnologías
Mi mujer ya está en el “feisbuq” y hemos decidido comunicarnos a través de él. El otro día escribió que iba a poner lentejas y yo le contesté: me gusta.
Han dicho que es en
verano cuando más trifulcas matrimoniales hay y nosotros hemos encontrado una
solución a nuestros problemas conyugales en las nuevas tecnologías. Nada de
broncas. Todo a
través de mensajitos.
También hemos
descubierto que es
muy bueno para la
pareja el “wasas” ese de los cojones. Vamos a un bar
y yo le escribo:
«¿Qué vas a tomar?» Y ella me contesta: «Una
cerveza». Entonces
llamo al camarero y le digo:
-Oiga, por favor,
pónganos dos cervezas.
Pero es que también
nos hemos abierto una cuenta en el “tuiter” y en
140 caracteres somos
capaces de resumir una situación. A mí me va muy
bien porque antes la
única que hablaba era ella. Ahora, gracias al
“tuiter”, puedo
meter baza. Las conversaciones son de lo más
divertidas. Nos
contamos cosas y nos preguntamos sobre lo que vamos a
hacer al día
siguiente o sobre lo que nos parece el vecino. El otro
día, el modelo que
llevaba una conocida nuestra de la “urba” fue
“trending topic” en
nuestra cuenta particular.
-¿Te diste cuenta de
como iba la Cuqui la otra noche?
La Cuqui, aclaro,
está como un tren. Esa noche a la que se refería mi
mujer iba con una
minifalda que parecía un cinturón ancho. Se le veían
hasta las bragas. Yo
le contesté en otro mensaje:
-No me fijé.
-¿Que no te
fijastes? Se te salían los ojos.
Esta conversación, a
viva voz, había terminado en trifulca
matrimonial. Pero
con las nuevas tecnologías la comunicación es mucho
más manejable, no te
exaltas así como así.
Una noche que fue
nuestro aniversario de boda, la invité a cenar (a mi
mujer, no a la
Cuqui, ¡que más quisiera!) a un sitio muy romántico,
con velitas y todo
en la mesa. Sacamos nuestros ipad correspondientes
y nos pusimos a
enviar mensajes como posesos.
Cuando nos trajeron
la comida y comenzamos a comer, le chateé:
-Está buenísimo este
bacalao frito.
Y ella me puso:
-Me encantan las
cocochas.
Nos recordamos a
través del “wasas” cómo nos conocimos y aquella noche
en que me la llevé
al río creyendo que era mozuela. También hablamos
de nuestros hijos.
Tenemos dos y han volado del hogar.
Uno de mis deseos es
comer una noche con mis hijos y con sus
respectivas parejas.
Los seis chateándonos entre nosotros. Debe ser la
repera. Al principio
yo era un enemigo de que mis hijos estuvieran en
la mesa utilizando
constantemente el ipad, hasta que me di cuenta de
mi error. Un día, harto
de que me ningunearan, les puse en la puerta
del frigorífico un
papel que decía: «Hola, soy vuestro padre. Podéis
encontrarme en el
Facebook». Santas palabras. Al otro día hablé con
ellos a través de la
red social más de lo que lo había hecho en los
dos últimos años.
El día el que se
inventen echar un polvo a través del ipad será
tremendo. Yo no
quiero morirme sin probarlo.
Recibido por e-mail
viernes, 15 de febrero de 2013
Refexión
Esta
mañana día 11 de Febrero del 2013, cuando oí la noticia, me costaba creer lo que
estaba escuchando. Por un momento pensé: “Un chisme más de estos morbosos medios
de comunicación que andan buscando lo más inaudito, lo sorprendente…” pero a
medida que fue contrastándose la noticia, han empezado ya a montarse castillos
en el aire y, cada uno hace sus cábalas atreviéndose a hacer interpretaciones de
la noticia, basta ver los titulares de los periódicos desde: “El Papa tira la
toalla” hasta… Sí, es momento en que cada uno empieza a vomitar todo lo que
lleva dentro y, me parece muy normal, siempre que se respete la apreciación que
cada uno pueda tener del hecho.
También yo tengo mi opinión y mi apreciación del acontecimiento histórico y eclesial, pues lo he vivido desde mi ángulo y lo voy a compartir con quien desee.
A medida que la noticia cobra consistencia y se establece, como el acontecimiento de la historia que está siendo, siento dentro de mí la necesidad de pedir perdón y de rectificar en algo que me pasé y, por el tiempo que dejé que unos prejuicios fueran los que mediatizaban mis sentimientos, por eso quisiera hacerlo personalmente, pero debido a que me es imposible, lo voy a hacer por escrito, como una confesión pública.
Querido hermano mayor Joseph:
Me ha estremecido oírte decir: “… siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma…, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice”.
Me costaba creer lo que escuchaba y se me agolpaban en mi mente un montón de cosas, de momentos y de camino de mi vida en el que, de alguna manera, me he ido encontrando contigo.
Recuerdo las primeras cosas que leí tuyas en mis años jóvenes que me entusiasmaron y me dieron energía y esperanza; me encantaba tu forma de escribir por tu sencillez y la claridad de tu mente y tu amor a la iglesia.
Pasados muchos años, volví a encontrarme contigo, no como el teólogo lleno de audacia y clarividencia que entusiasmaba, sino como al crítico abogado del diablo que buscaba “el pelo al huevo” –como suele decirse- y parecías el obstáculo que torpedeaba el camino de la iglesia que nacía del Vat. II en América Latina: yo estaba recién ordenado sacerdote y me movía en el nacimiento y resurgimiento de la iglesia con las Comunidades Eclesiales de Base; vivía el entusiasmo, la esperanza, la fuerza de una iglesia joven que nacía del pueblo sencillo y machacado que, uniéndose a sus pastores, los obispos y sacerdotes, empezaba a coger su puesto dentro de la iglesia, en la que los ministerios de los que nos hablaba la iglesia de los Hechos de los apóstoles, empezaban a florecer con una fuerza enorme en aquellas comunidades vivas y jóvenes de América Latina y África.
Subió al pontificado Juan Pablo II, que machacado por un sistema que durante mucho tiempo oprimió a su pueblo y le quitó todas las libertades, creyó que América Latina iba por el mismo camino y empezó a mirar con su lupa a todo lo que se hacía y, en ese carro te pidieron que te subieras y empezaste a utilizar la misma lupa… ¿Qué quieres que te diga? Te me viniste abajo, y te llovieron los insultos, me decepcionaste, lo mismo que a mucha gente, porque me dio la sensación que tuviste miedo de que se pusiera en práctica lo que dijo el Concilio y lo que tú mismo habías pregonado en tus años jóvenes.
El golpe fuerte me lo diste cuando escribí el catecismo nacional de Ecuador y me dijiste que no entendías el por qué partía del análisis de la realidad en cada tema del catecismo, que me redujera a exponer la doctrina; aquel día tuviste que aguantar que un obispo te gritara: “Pero excelencia, ¿es que no se da cuenta que cuando yo me encuentro con un indígena tengo delante un hombre con un poncho y un sombrero que le esconde el rostro, inclinado, sin atreverse a mirarme a la cara?
Tú no entendías, o no te dejaban que entendieras… Cuando terminó la conferencia te criticamos durísimo y feísimo.
Después fuimos viendo tus intervenciones con todos los hermanos que trabajaban y cómo vuestra lupa estaba empañada por el mismo vaho: el del miedo al marxismo, mientras que el vaho del capitalismo no la empañaba, siendo tan materialista y nefasto como el otro y vimos cómo fueron llamados al orden muchos hombres que conocí personalmente en el barro de la vida, llevando la Buena Noticia a los pobres.
Esto te creó una imagen de inquisidor que tan solo te faltaba llevar el nombre de Torquemada.
Te confieso que nos caíste muy mal y mucha gente que estábamos en esta brega nos sentimos decepcionados, tristes, pues veíamos cómo os distanciabais de la iglesia que vivía entre los pobres y a la que Jesús nos invitaba a unirnos y que estábamos viendo cómo respondían con una fe muy parecida a la de aquellos primeros cristianos que perseguía el imperio romano. Yo soy testigo de todo esto que escribo.
Cuando hace unos 8 años oí tu nombre como el nuevo guía para nuestra iglesia, hice un esfuerzo para no dejar que fuera mi instinto primario el que se impusiera, sobre todo, porque estaba al frente de una comunidad. Me fui ante el Señor y le pedí que me quitara todos los pre-juicios que tenía y renové mi fe y mi obediencia a lo que representa el signo del “papa” dentro de nuestra iglesia y le pedí al Señor que, quitándome todos esos prejuicios, me ayudara a acercarme a ti, con un corazón nuevo, para poder solidarizarme contigo en la misión que el Señor te pedía y en la que yo soy colaborador a través de mi obispo.
Entendí que por encima del Joseph Ratzinger, que me había decepcionado, ahora estaba el “Benedictus XVI” que se convertía en sacramento de unidad para toda la iglesia y en signo de la presencia de Cristo para ella.
Te he venido observando todo este tiempo, he rezado todos los días por ti, para que mantuvieras firme el timón de la barca, en medio de este mar embravecido que te ha encomendado el Señor. No era nada fácil la misión y no voy a ser yo quien te la dificulte. Yo, jamás hubiera querido eso para mí.
He hecho muchas veces el ejercicio de acercarme a ti, intentando ponerme en tu pellejo: yo sé que tú, nunca aspiraste ni pensaste en esto; sé que te sacaron de tu ambiente universitario y teológico, porque tú eres un maestro y ese es tu hábitat; fue ahí donde yo te conocí a través de tus escritos; te metieron en una “jaula” para que dirigieras una función que no estaba en tu órbita: ser freno para teólogos: ponerle precisamente límites a tu campo. Pero por coherencia con lo que pensabas y decías, aceptaste la misión, aunque tus deseos y tus ilusiones iban por otro lado; recuerdo que expresaste algunas veces que pensabas volverte a tu tierra y dedicarte a “lo tuyo” (leer, rezar, escribir, investigar…) cuando muriera J. Pablo II y, mira tú por donde, Dios te salió de nuevo al encuentro y te cayó encima con lo que tú nunca imaginabas ni querías, ni hiciste nada por conseguirlo (como hacen otros)
No, no era ninguna perita en dulce lo que se te proponía, máxime cuando tu imagen la tenías muy deteriorada por ponerla para recibir las bofetadas que iban para otro.
Y… por coherencia con lo que venías enseñando, proclamando y escribiendo, contra todos tus gustos y tus planes, agachaste tu orgullo y fuiste capaz de decir: “Aquí estoy mientras pueda” porque esa fue tu respuesta.
Sustituir a Juan Pablo II ”El Grande” –como le llamaron- el aclamado por todos los pueblos del planeta, el que arrastraba las masas millonarias de jóvenes y adultos, el que montaba encuentros espectaculares… no era ningún reto agradable para asumir.
Tampoco lo era enfrentarse a un mundo en cambio trepidante como el que vivimos; esto eran retos que asustan a cualquiera.
Yo no me explico cómo te atreviste a decir SÍ cuando estaban pendientes todas las plumas del mundo, todas las cámaras de Tv. Todos los micrófonos preparados como pistolas para fusilarte… Te confieso que me quedé estupefacto, pues una de dos: o eres un loco hambriento de poder y de gloria que se lanza inconscientemente al suicidio o, eres un santo con una fe más grande que la de Abrahán.
La primera probabilidad quedó descartada rápidamente y sin ningún esfuerzo y la segunda me la has ido demostrando día a día viendo tu sencillez, tu humildad, tu coherencia, tu valentía, tu tranquilidad, tu honestidad en el desarrollo de tu misión:
Has puesto toda la carne en el asador, has dejado claro que te pusiste en manos de Dios sin obstaculizar la acción del Espíritu Santo para que diera respuesta a lo que el mundo está pidiendo hoy a la iglesia; sí, ya sé que faltan muchas cosas ¿y dónde no faltan?; te has sentido instrumento en manos de Dios para que Él ponga los puntos sobre las íes a quien ha habido que hacerlo.
Has cogido el toro por los cuernos y no has huido ante la dificultad, dando respuesta clara y contundente a problemas serios que había en la iglesia y has sido capaz de quitar de en medio a quien estaba siendo obstáculo.
No se te ha arrugado las mitra por el miedo ni el complejo a la hora de denunciar los atropellos a la dignidad humana, como tampoco a la hora de pedir perdón por las equivocaciones que haya cometido la iglesia, pues está compuesta por pecadores.
Has sido capaz de enfrentar temas fortísimos y candentes en los tiempos actuales como es el diálogo fe–ciencia y Fe-cultura con todos los hombres de la ciencia y de las religiones, manteniendo el equilibrio, el respeto y proclamando el diálogo y la apertura a la conciencia de todos.
Has sido capaz de desenmascarar en todos los foros el engaño del materialismo que quiere imponerse y borrar la dimensión espiritual del ser humano reduciéndolo a pura materia sin trascendencia y proclamar, con razones, la grandeza del ser humano que trasciende la pura materia, porque lleva encarnada la imagen de Dios.
Has demostrado con tu vida y tu palabra la coherencia y la dignidad del ser humano, sin importarte la imagen, el prestigio, ni los intereses particulares.
Esta mañana, cuando te escuché en un perfecto latín decir que dejabas el ministerio que se te había encomendado, porque no te sentías con fuerzas para llevar la carga con la dignidad que se merece, me quedé como al que le echan un jarro de agua fría: los poco prejuicios que me quedaban, se cayeron por los suelos y, tu talla humana y cristiana se me ha levantado como la de un gigante.
¡¡¡Bravo por ti Joseph!!!
¡¡¡Bravo porque hoy te has levantado
como una gran luz!!!
Porque el ´Benedictus”
no se te ha subido a la cabeza
Porque has demostrado
tu gran humanidad,
tu obediencia religiosa a la iglesia,
tu humildad de aquellos que Jesús proclama
“Bienaventurados los pobres de espíritu”
Tu libertad absoluta,
tu valentía y tu confesión abierta
de que nadie somos imprescindibles,
aunque seamos necesarios,
tu amor a la iglesia,
tu fe y confianza plena en Dios
tu desapego del poder y los honores…
Ahora que estamos a las puertas de esta cuaresma, te nos presentas como el gran modelo cargado de humanidad, de aquel que, como Jesús, a quien sigues, ni el poder, ni la riqueza, ni la dificultad, ni el dinero… han podido contigo.
Te siento como una ráfaga de viento fresco para la iglesia que en estos tiempos de tempestad nos ha regalado el Espíritu Santo.
También te siento como el gran referente que nos ha regalado el Señor a todos los obispos, los sacerdotes, los políticos… para que entendamos que estamos para servir y, cuando no nos encontramos con fuerzas o en condiciones dignas, o el pueblo está ya harto de nosotros, seamos lo suficientemente sencillos, libres y coherentes para hacer el gran servicio de dejar el puesto a otro que lo pueda hacer mejor.
También yo tengo mi opinión y mi apreciación del acontecimiento histórico y eclesial, pues lo he vivido desde mi ángulo y lo voy a compartir con quien desee.
A medida que la noticia cobra consistencia y se establece, como el acontecimiento de la historia que está siendo, siento dentro de mí la necesidad de pedir perdón y de rectificar en algo que me pasé y, por el tiempo que dejé que unos prejuicios fueran los que mediatizaban mis sentimientos, por eso quisiera hacerlo personalmente, pero debido a que me es imposible, lo voy a hacer por escrito, como una confesión pública.
Querido hermano mayor Joseph:
Me ha estremecido oírte decir: “… siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma…, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice”.
Me costaba creer lo que escuchaba y se me agolpaban en mi mente un montón de cosas, de momentos y de camino de mi vida en el que, de alguna manera, me he ido encontrando contigo.
Recuerdo las primeras cosas que leí tuyas en mis años jóvenes que me entusiasmaron y me dieron energía y esperanza; me encantaba tu forma de escribir por tu sencillez y la claridad de tu mente y tu amor a la iglesia.
Pasados muchos años, volví a encontrarme contigo, no como el teólogo lleno de audacia y clarividencia que entusiasmaba, sino como al crítico abogado del diablo que buscaba “el pelo al huevo” –como suele decirse- y parecías el obstáculo que torpedeaba el camino de la iglesia que nacía del Vat. II en América Latina: yo estaba recién ordenado sacerdote y me movía en el nacimiento y resurgimiento de la iglesia con las Comunidades Eclesiales de Base; vivía el entusiasmo, la esperanza, la fuerza de una iglesia joven que nacía del pueblo sencillo y machacado que, uniéndose a sus pastores, los obispos y sacerdotes, empezaba a coger su puesto dentro de la iglesia, en la que los ministerios de los que nos hablaba la iglesia de los Hechos de los apóstoles, empezaban a florecer con una fuerza enorme en aquellas comunidades vivas y jóvenes de América Latina y África.
Subió al pontificado Juan Pablo II, que machacado por un sistema que durante mucho tiempo oprimió a su pueblo y le quitó todas las libertades, creyó que América Latina iba por el mismo camino y empezó a mirar con su lupa a todo lo que se hacía y, en ese carro te pidieron que te subieras y empezaste a utilizar la misma lupa… ¿Qué quieres que te diga? Te me viniste abajo, y te llovieron los insultos, me decepcionaste, lo mismo que a mucha gente, porque me dio la sensación que tuviste miedo de que se pusiera en práctica lo que dijo el Concilio y lo que tú mismo habías pregonado en tus años jóvenes.
El golpe fuerte me lo diste cuando escribí el catecismo nacional de Ecuador y me dijiste que no entendías el por qué partía del análisis de la realidad en cada tema del catecismo, que me redujera a exponer la doctrina; aquel día tuviste que aguantar que un obispo te gritara: “Pero excelencia, ¿es que no se da cuenta que cuando yo me encuentro con un indígena tengo delante un hombre con un poncho y un sombrero que le esconde el rostro, inclinado, sin atreverse a mirarme a la cara?
Tú no entendías, o no te dejaban que entendieras… Cuando terminó la conferencia te criticamos durísimo y feísimo.
Después fuimos viendo tus intervenciones con todos los hermanos que trabajaban y cómo vuestra lupa estaba empañada por el mismo vaho: el del miedo al marxismo, mientras que el vaho del capitalismo no la empañaba, siendo tan materialista y nefasto como el otro y vimos cómo fueron llamados al orden muchos hombres que conocí personalmente en el barro de la vida, llevando la Buena Noticia a los pobres.
Esto te creó una imagen de inquisidor que tan solo te faltaba llevar el nombre de Torquemada.
Te confieso que nos caíste muy mal y mucha gente que estábamos en esta brega nos sentimos decepcionados, tristes, pues veíamos cómo os distanciabais de la iglesia que vivía entre los pobres y a la que Jesús nos invitaba a unirnos y que estábamos viendo cómo respondían con una fe muy parecida a la de aquellos primeros cristianos que perseguía el imperio romano. Yo soy testigo de todo esto que escribo.
Cuando hace unos 8 años oí tu nombre como el nuevo guía para nuestra iglesia, hice un esfuerzo para no dejar que fuera mi instinto primario el que se impusiera, sobre todo, porque estaba al frente de una comunidad. Me fui ante el Señor y le pedí que me quitara todos los pre-juicios que tenía y renové mi fe y mi obediencia a lo que representa el signo del “papa” dentro de nuestra iglesia y le pedí al Señor que, quitándome todos esos prejuicios, me ayudara a acercarme a ti, con un corazón nuevo, para poder solidarizarme contigo en la misión que el Señor te pedía y en la que yo soy colaborador a través de mi obispo.
Entendí que por encima del Joseph Ratzinger, que me había decepcionado, ahora estaba el “Benedictus XVI” que se convertía en sacramento de unidad para toda la iglesia y en signo de la presencia de Cristo para ella.
Te he venido observando todo este tiempo, he rezado todos los días por ti, para que mantuvieras firme el timón de la barca, en medio de este mar embravecido que te ha encomendado el Señor. No era nada fácil la misión y no voy a ser yo quien te la dificulte. Yo, jamás hubiera querido eso para mí.
He hecho muchas veces el ejercicio de acercarme a ti, intentando ponerme en tu pellejo: yo sé que tú, nunca aspiraste ni pensaste en esto; sé que te sacaron de tu ambiente universitario y teológico, porque tú eres un maestro y ese es tu hábitat; fue ahí donde yo te conocí a través de tus escritos; te metieron en una “jaula” para que dirigieras una función que no estaba en tu órbita: ser freno para teólogos: ponerle precisamente límites a tu campo. Pero por coherencia con lo que pensabas y decías, aceptaste la misión, aunque tus deseos y tus ilusiones iban por otro lado; recuerdo que expresaste algunas veces que pensabas volverte a tu tierra y dedicarte a “lo tuyo” (leer, rezar, escribir, investigar…) cuando muriera J. Pablo II y, mira tú por donde, Dios te salió de nuevo al encuentro y te cayó encima con lo que tú nunca imaginabas ni querías, ni hiciste nada por conseguirlo (como hacen otros)
No, no era ninguna perita en dulce lo que se te proponía, máxime cuando tu imagen la tenías muy deteriorada por ponerla para recibir las bofetadas que iban para otro.
Y… por coherencia con lo que venías enseñando, proclamando y escribiendo, contra todos tus gustos y tus planes, agachaste tu orgullo y fuiste capaz de decir: “Aquí estoy mientras pueda” porque esa fue tu respuesta.
Sustituir a Juan Pablo II ”El Grande” –como le llamaron- el aclamado por todos los pueblos del planeta, el que arrastraba las masas millonarias de jóvenes y adultos, el que montaba encuentros espectaculares… no era ningún reto agradable para asumir.
Tampoco lo era enfrentarse a un mundo en cambio trepidante como el que vivimos; esto eran retos que asustan a cualquiera.
Yo no me explico cómo te atreviste a decir SÍ cuando estaban pendientes todas las plumas del mundo, todas las cámaras de Tv. Todos los micrófonos preparados como pistolas para fusilarte… Te confieso que me quedé estupefacto, pues una de dos: o eres un loco hambriento de poder y de gloria que se lanza inconscientemente al suicidio o, eres un santo con una fe más grande que la de Abrahán.
La primera probabilidad quedó descartada rápidamente y sin ningún esfuerzo y la segunda me la has ido demostrando día a día viendo tu sencillez, tu humildad, tu coherencia, tu valentía, tu tranquilidad, tu honestidad en el desarrollo de tu misión:
Has puesto toda la carne en el asador, has dejado claro que te pusiste en manos de Dios sin obstaculizar la acción del Espíritu Santo para que diera respuesta a lo que el mundo está pidiendo hoy a la iglesia; sí, ya sé que faltan muchas cosas ¿y dónde no faltan?; te has sentido instrumento en manos de Dios para que Él ponga los puntos sobre las íes a quien ha habido que hacerlo.
Has cogido el toro por los cuernos y no has huido ante la dificultad, dando respuesta clara y contundente a problemas serios que había en la iglesia y has sido capaz de quitar de en medio a quien estaba siendo obstáculo.
No se te ha arrugado las mitra por el miedo ni el complejo a la hora de denunciar los atropellos a la dignidad humana, como tampoco a la hora de pedir perdón por las equivocaciones que haya cometido la iglesia, pues está compuesta por pecadores.
Has sido capaz de enfrentar temas fortísimos y candentes en los tiempos actuales como es el diálogo fe–ciencia y Fe-cultura con todos los hombres de la ciencia y de las religiones, manteniendo el equilibrio, el respeto y proclamando el diálogo y la apertura a la conciencia de todos.
Has sido capaz de desenmascarar en todos los foros el engaño del materialismo que quiere imponerse y borrar la dimensión espiritual del ser humano reduciéndolo a pura materia sin trascendencia y proclamar, con razones, la grandeza del ser humano que trasciende la pura materia, porque lleva encarnada la imagen de Dios.
Has demostrado con tu vida y tu palabra la coherencia y la dignidad del ser humano, sin importarte la imagen, el prestigio, ni los intereses particulares.
Esta mañana, cuando te escuché en un perfecto latín decir que dejabas el ministerio que se te había encomendado, porque no te sentías con fuerzas para llevar la carga con la dignidad que se merece, me quedé como al que le echan un jarro de agua fría: los poco prejuicios que me quedaban, se cayeron por los suelos y, tu talla humana y cristiana se me ha levantado como la de un gigante.
¡¡¡Bravo por ti Joseph!!!
¡¡¡Bravo porque hoy te has levantado
como una gran luz!!!
Porque el ´Benedictus”
no se te ha subido a la cabeza
Porque has demostrado
tu gran humanidad,
tu obediencia religiosa a la iglesia,
tu humildad de aquellos que Jesús proclama
“Bienaventurados los pobres de espíritu”
Tu libertad absoluta,
tu valentía y tu confesión abierta
de que nadie somos imprescindibles,
aunque seamos necesarios,
tu amor a la iglesia,
tu fe y confianza plena en Dios
tu desapego del poder y los honores…
Ahora que estamos a las puertas de esta cuaresma, te nos presentas como el gran modelo cargado de humanidad, de aquel que, como Jesús, a quien sigues, ni el poder, ni la riqueza, ni la dificultad, ni el dinero… han podido contigo.
Te siento como una ráfaga de viento fresco para la iglesia que en estos tiempos de tempestad nos ha regalado el Espíritu Santo.
También te siento como el gran referente que nos ha regalado el Señor a todos los obispos, los sacerdotes, los políticos… para que entendamos que estamos para servir y, cuando no nos encontramos con fuerzas o en condiciones dignas, o el pueblo está ya harto de nosotros, seamos lo suficientemente sencillos, libres y coherentes para hacer el gran servicio de dejar el puesto a otro que lo pueda hacer mejor.
Anónimo
jueves, 10 de enero de 2013
Aviones y Pilotos
AVIÓN ESPAÑOL:Están todos los pasajeros en la sala de embarque esperando la salida del vuelo cuando de repente llega el copiloto impecablemente uniformado con anteojos oscuros y un bastón blanco tanteando el camino..
La empleada de la compañía aclara que, si bien es ciego, es el mejor copiloto que tiene la Empresa.
Al poco rato llega el piloto, con el uniforme impecable, anteojos oscuros y un bastón blanco asistido por dos azafatas.
La encargada de la sala aclara que, también, el piloto es ciego, pero que es el mejor piloto que tiene la Compañía y que, junto con el copiloto, son la tripulación más experimentada.
Con todos a bordo, el avión comienza a RODAR, tomando cada vez más velocidad y con los pasajeros aterrorizados. El avión sigue tomando velocidad pero no despega... continúa la carrera y sigue en tierra. El final de pista está cada vez más cerca y en una explosión de histeria general los pasajeros comienzan a gritar como poseídos!
En ese momento el avión, milagrosamente, toma altura ...entonces el piloto le dice al copiloto...
- El día que los pasajeros no griten, ¡¡¡ Nos la pegamos !!!!!!
Moraleja:
Así está hoy ESPAÑA, gobernada por ciegos que no ven, o no quieren ver, la realidad. A la espera de que el pueblo "GRITE" para levantar el vuelo.
martes, 8 de enero de 2013
Bienvenidos a 2013
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lunes, 7 de enero de 2013
Diálogo entre dos fetos
Diálogo entre dos fetos dentro del vientre materno
En el vientre de una mujer embarazada estaban dos criaturas conversando cuando una le preguntó a la otra:
- ¿Crees en la vida después del nacimiento?
La respuesta fue inmediata:
- Claro que sí. Algo tiene que haber después del nacimiento. Tal vez estemos aquí principalmente porque precisamos prepararnos para lo que seremos más tarde.
- Bobadas, ¡no hay vida después del nacimiento! ¿Cómo sería esa vida?
- Yo no sé exactamente, pero ciertamente habrá más luz que aquí. Tal vez caminemos con nuestros propios pies y comamos con la boca.
-¡Eso es un absurdo! Caminar es imposible. ¿Y comer con la boca? ¡Es totalmente ridículo! El cordón umbilical es lo que nos alimenta. Yo solamente digo una cosa: la vida después del nacimiento es una hipótesis definitivamente excluida . El cordón umbilical es muy corto.
- Pues, de verdad, yo creo que ciertamente habrá algo. Tal vez sea un poco diferente de lo que estamos habituados a tener aquí, pero tiene que haber algo...
- Vamos a ver: nadie vino de allí, nadie volvió después del nacimiento... luego el parto es el fin de la vida, que, a fin de cuentas, no es nada más que una angustia prolongada en esta absoluta oscuridad.
- Bueno, yo no sé exactamente qué pasará después del nacimiento, pero, con certeza, veremos a mamá y ella cuidará de nosotros.
-¿Mamá? ¿Tú crees en “mamá”? ¿Y dónde supuestamente estaría?
- ¿Dónde? ¡Alrededor nuestro! En ella y a través de ella vivimos. Sin ella nada existiría.
- Pues yo no creo. Nunca vi ninguna mamá, lo que comprueba que mamá no existe.
- Bueno, pero, a veces, cuando estamos en silencio, puedes oírla cantando, o sientes cómo ella acaricia nuestro mundo... ¿Sabes qué? Pienso, entonces, que la vida real es lo que nos espera y que, ahora, apenas estamos preparándonos para ella...
(Anónimo)
viernes, 4 de enero de 2013
Cordobés y hombre de bien no puede ser
Cordobés
y hombre de bien no puede ser, pero...
Parece
ser que durante la Edad Media la única población que nunca aceptó el derecho de
pernada fue Córdoba. Por este motivo es imposible que entre el pueblo de Córdoba
existiese descendencia de nobles o lo que es lo mismo "hombres de bien" ya que
por entonces los únicos hombres de bien eran los nobles.
Así que cuando escuchéis el famoso dicho "Cordobés y hombre de bien no puede ser" podéis contestad "y bastardo tampoco".
Así que cuando escuchéis el famoso dicho "Cordobés y hombre de bien no puede ser" podéis contestad "y bastardo tampoco".
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"Poner los cuernos":
Durante la Edad Media cuando un noble acudía a ejercer el derecho de pernada a casa de un vasallo colgaba su cuerno de caza en la puerta, para que cuando el marido llegase no entrase y molestase al noble con su mujer (del vasallo). Como hemos visto anteriormente esto no pasaba en Córdoba.
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