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domingo, 23 de octubre de 2011

AD TE

       Entre el Monasterio y los límites de la ciudad, de la medina, aún perduran los almendros, aquellos almendros que ordenó plantar Ab-Darramán para que Azahara no sintiera nostalgia de las cumbres de su tierra cubiertas de la nieve en el invierno. ¿Pero esos almendros era para ti o eran para Rumaykiyya, para Itimad? ¿Eres Azahara o eres Itimad? Soy AbDarramán o el poeta y rey Al-Mutámid que, también fue Rey de la Cordoba eterna?
            Ahí, ahí están, no se han ido, Ab-Darramán y Azahara, ahí está también la bella Wallada, en sus manos de color andalusí tiene aún su arqueta, su joyero de marfil labrado. Hoy, tal vez, en ese joyero esté esperándome la más bella de las alhajas de los tiempos, la memoria, el amor de Azahara. Es el mismo marfil, los mismos grabados con que se cubrieron de marfil las puertas del Salón Rico, de aquél salón en que cada costado tenía ocho puertas con arcos de ébano y marfil. ¡Qué lejos te llevaron los depredadores incultos y salvajes. Arqueta de Wallada!  ¡Qué frío has de tener en aquellas tierras, ásperas, secas, inhóspitas, incultas del Monasterio cisterciense de Santa María la Real, en Fitero, en Navarra!
            ¿Pero qué estoy haciendo? ¿Pero qué locura es esta? ¡Locura? Una vez más siento esa llamada. ¿La de escribir? Una vez más siento que los tiempos, los personajes, entran en mi corazón. ¿O acaso es que mi corazón ya nació ocupado por ellos? ¿Acaso eligieron mi corazón como su nuevo palacio?  …¿No habré sido Ab-Darramán o tal vez Al-Mutámid? ¿Quién fui, quién soy? ¿Para sufrir tanto si lo supiera? ¿Para conocer ahora lo que hicieron los bárbaros con nosotros? ¡No… para volver a demostrar que nada destruyeron. Ya hubo otra ocasión, cuando ya hace algunos años fue Selene la que bajó hacia mí para enseñarme aquella Córdoba desde lo más alto de la bóveda celeste que  la cubre. Y hoy, de nuevo, parece que usan el llamador de la puerta de mi corazón para que la entreabra, parece que de nuevo quieren salir. He de dejarlos salir y hablar y sentir de aquella Córdoba.

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            Quieren que se abran, de par en par, las puertas de cedro de mi corazón, como el cedro del Líbano de Salomón.  El Califa Ab-Darramán al-Nazir, Príncipe de los Creyentes quiere bajar las gradas de mármol de tu corazón para mostrarse de nuevo. ¿Se lo negarás? ¿Serás tan ruin de negárselo? Los criados ponen su manto, ¿Rojo o turquesa? Turquesa. Turquesa sobre sus hombros… cae la tarde. Adoro las turquesas y las turquesas te adoran a ti, Azahara, porque para ti las hizo el Misericordioso.
Cae la tarde y sé que esta noche no es como aquella. Esta tarde, aunque sea de rememorar recuerdos, nos da el camino de la vida. Esta tarde abre la noche en que de nuevo paseará AZAHARA DE MI MANO, POR SU CORDOBA, esta no es la noche de siglos presidida por la incultura, por la rapiña. Esta tarde prologa este mensaje que he recibido. Sí, Azahara, me darás la vida que los siglos en la tumba me han quitado,  te obedeceré, me enseñarás tu Córdoba… y escribirás. Seré tu voz, ya que no puedo ser tus labios ni tu lengua, seré tu corazón y sentiré tus labios y tu lengua como nunca los sentí. . De nuevo, ahora, las generaciones conocerán el esplendor, que tú les contarás, la cultura que quieren seguir pisando, ignorando, humillando… Tu fuego será el mío; tu amor será mi amor y tú lo sembrarás. .
Sí, Azahara, acepto el reto, hablaré de ti. Verán como el amor, la cultura, la tolerancia y la belleza forman parte de ti, de tu cultura, de tu tierra, de nosotros, de nuestra culturas, de nuestra tierra, de nuestras vidas. Sí, Azahara, ¿No la ves en lontananza, sobre el alminar de la Gran Mezquita? Sí, Azahara es mi color, es el color blanco de los Omeyas y el verde
que lo guarda. Blanca tarde… toda blanca. Estaba predestinada la tarde, por eso visto de blanco. Mientras el verde es color de la llamada a Asamblea, es la Córdoba eterna que convoca a sus hijos por entre los siglos, para que vean, divina Azahara.  Para que te presenten la pleitesía de su amor.
¿Y rechazarás la llamada de Córdoba a sus hijos, a sus raíces que te piden que lances su mensaje? El mensaje de orgullo de su cultura que quiere que les transmitas. Sí, Azahara, de nuevo, de nuevo oirás ese rumor que es el único que no ha cesado, ese rumor que no pudieron acallar,  el rumor, la música del Guadal-Kivir, del Río Grande. Siempre el agua en nuestra cultura, siempre el agua… a pesar de los pesares el agua es nuestra vida frente a la aridez de los invasores que huyen de ella por pecaminosa.
Y desde allí, cabe al puente de Roma, sentiremos como la voluble Selene, eterna reina de la noche, arroja sobre nosotros el más bello rayo de su plácida luz. Esa luz que, purificada en las fuentes del patio de abluciones, entra por los arcos de la Mezquita y se refleja en sus mármoles para explotar en reflejo del paraíso en las paredes y cúpula del Mihrab.
            Han pasado los meses y estos agrupados en años se han convertido en siglos, siglos de muerte en los que, aunque estando uno al lado del otro, nada hemos sentido, salvo la esperanza de sentirnos, allá en las juntas tumbas de Agmat  y al fin hemos recibido la señal del Clemente. ¡Córdoba os aguarda en la continuidad de los tiempos! Y Seguro estoy que, a pasar el puente que llaman romano, ¿Lo recuerdas?, nos esperará una placa de ese mármol tan blanco cual el azahar y el jazmín en el que leeremos aquello de ¡”Oh excelso muro, oh torres coronadas de honor de majestad de gallardía…”! Sentimientos de un hijo de esta tierra que, siglos después de nosotros, supo sufrir y cantar el dolor de la ausencia.

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Baroja

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